martes, 28 de agosto de 2012

Diario de un escritor (III)


Sobre mis primeras novelas


 
A partir de entonces, mis ocasionales escritos fantásticos se ambientaban en el mundo de Warhammer, que llegué a conocer muy bien. Sin embargo, escribía para mí mismo. Las historietas a menudo estaban protagonizadas por mí y amigos, conocidos y enemigos del mundo real. Era una vía de escape, supongo. También hubo una época especialmente deprimente en que volcaba mi angustia en pequeños escritos metafóricos; una especie de catarsis que, una vez expulsada de mi cuerpo, guardaba bajo llave para que nadie pudiera ver jamás.


Cuando superé esa etapa tan negra, ya con unos 15 años, empecé a escribir la que podría ser llamada mi primera novela. Estaba ambientada en un mundo muy influenciado por Warhammer, y el protagonista era una versión de mí mismo de 19 años, un alter ego nacido y educado en ese mundo (no en vano, la novela estaba escrita en primera persona y no era más que una de esas fantasías adolescentes). Así mismo, los principales personajes eran mayormente versiones de mis compañeros de clase. La novela se quedó inacabada, y la finalicé unos años después sólo por darle una conclusión. Ocupaba 64 páginas en Word, y era otra de esas historias personales e íntimas que nadie debería ver nunca.
 

A estas alturas, me encontré con un problema. Estaba muy orgulloso de lo que escribía, pero no podía compartirlo con nadie. Así que a los 16 empecé otra novela con situaciones y personajes que no estuvieran íntimamente relacionados con mi persona y mis frustraciones. Se llamaba “Deus ex machina”, y trataba principalmente sobre la pugna de Olaf, un inadaptado montaraz, contra una sociedad fuertemente teocrática, todo ello mientras crecía la amenaza de los misteriosos trasgos. Tenía algunos personajes bastante interesantes, como un duende (mi versión de un “duende”) bastante canalla. A diferencia de mis otros escritos, éste estaba narrado en tercera persona. Al final, acabé lo que sería el “primer tomo”, que constaba de 45 páginas de Word, y que dejaba la historia por concluir. Pronto vi que ésta no iba a ninguna parte; no había planificado nada, iba improvisando a medida que escribía, como siempre había hecho, por puro placer. Al final perdí el interés por ella y se quedó en una media historia.
 

Entretanto, había seguido dibujando cómics, y llegué a completar algunos de mucha longitud. Era otro formato en el que contaba mis historias. A los 17 años conseguí, al fin, un grupo con el que jugar a rol, algo que llevaba tiempo deseando. Desempolvé un antiguo manual de “Warhmmer fantasía: el juego de rol”, y me dispuse a ejercer de todopoderoso master. Y aquí fue cuando surgió mi primera verdadera novela.
 

No sé a qué fin servía primero la historia que inventé. Puede que fuera una historia que escribí sobre la que decidí hacer una aventura de rol, una aventura que se merecía ser redactada. Pero sí sé de dónde vino la inspiración: de cuarto milenio (programa muy cuestionable pero que yo veía bastante a menudo por aquél entonces). Estaban contando el caso de la “torre de Jung”, y ello me alentó a escribir una historia de miedo y de fantasmas. Estaba ambientada, cómo no, en el universo de Warhammer, y protagonizada por Ferire Manteia. Éste personaje tiene una larguísima historia, pero éste fue su debut como personaje literario. Lo que empezó como una historia corta de 22 páginas, pronto empezó a alargarse. Las relaciones que se habían establecido entre los personajes en esas páginas y el potencial de infinitas aventuras del mundo de Warhammer me llevaron, sin ser consciente, a embarcar a estos personajes en una aventura enorme y épica que se extendió en dos tomos y 124.000 palabras. La terminé el 10 de Agosto de 2008.
 

Mientras la iba escribiendo, mi padre, un veterano lector de fantasía y ciencia ficción, y mi novia, me iban corrigiendo capítulo a capítulo y dándome su opinión. Cuando la tuve acabada, pensé: “¡pero si tengo una novela con todas las de la ley!”. Y si las personas que la leyeron la habían disfrutado, ¿por qué no intentar que la leyeran más personas? Por primera vez me planteé la idea de poder compartir mis historias con los demás, de presentarles a mis personajes y que los sintieran tan suyos como yo los sentía míos. Y me gustó.  
 

Pero “Las aventuras de Ferire” (pues tal era el ortodoxo nombre de la novela (siempre se me ha dado fatal poner títulos)) tenía un problema: el mundo en que estaba ambientada era propiedad de Games Workshop. Las localidades, topografía, sistema político, el sistema de la magia y la naturaleza del Caos, todo ello estaba demasiado enraizado en los fundamentos de la novela como para poder alterarlo sin que ésta se viniera abajo. Incluso busqué información en Black Library, la editorial que publica las novelas de Warhammer, pero era imposible siquiera hacérsela llegar. Durante unos meses estuve maldiciéndome por no haber nacido en un país de habla inglesa.
Una de las portadillas de "Las Aventuras de Ferire". Cada capítulo tenía una de estas.

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