Sobre mis primeros pasos en el mundo editorial
Aún no había acabado de escribir
Elberg cuando, al llegar a casa un fin de semana, me encontré un libro sobre mi
mesa. Mi padre me lo había comprado para que le echara un vistazo: lo había
publicado un chaval de 21 años y trataba de fantasía. Era “Cuentos de Bereth”, de Javier Ruescas. No se correspondía con el
estilo de mi novela, pese a ser de fantasía,
pero pensé: “si él lo ha conseguido, yo también puedo. Mi novela también es
buena”.
Pero, ¿por dónde empezar? No
tenía ningún conocido en el mundo editorial. No conocía a ningún escritor o
agente literario, ni siquiera a un becario que le llevara los cafés a un
editor. Lo primero que hice fue visitar la web de este autor novel cuya
trayectoria quería imitar. Allí entré en el foro y vi que había una sección en
la que algunas personas colgaban dibujos inspirados en la novela, así que decidí
que yo también podía hacerlo. Y resultó: mis ilustraciones llamaron la atención
del autor, que se puso en contacto conmigo. Era un principio.
Me enteré que en breve iba a
venir a Barcelona a presentar su libro, así que fui. Allí, tras muchos nervios
e inseguridades, reuní el valor para presentarme a la editora de Versátil (y de
paso a la directora, a la ilustradora y al mismo Javier Ruescas, por supuesto)
y me dijo: “¡ah, tú eres el de los dibujos!”. Le pregunté qué tenía que hacer
para hacerles llegar mi obra y prometí enviársela en cuanto la tuviera lista.
A estas alturas ya casi no me
quedaba nada por hacer. Cuando le hube puesto punto final a “Elberg” me pasé una semana entera en una
cafetería releyendo y revisando (pasando de ir a clase) y al final fui con toda
la ilusión del mundo a llevársela a la editora. Lamentablemente, los editores
no reciben los manuscritos en mano, y fui despachado fríamente por una
secretaria. Mi viaje no había sido tan fructífero como esperaba, ¡pero al menos
en un mes aproximadamente iba a tener noticias!
Entretanto, una amiga de mi madre
que tenía algún tipo de trato con los de Roca editorial me consiguió un e-mail
de contacto. Les mandé, tal como me pidieron, una sinopsis y el primer
capítulo, y poco después me pidieron que les enviara la novela entera. Estaba
emocionadísimo al pensar que mi novela podría estar en los estantes al lado de
Eragon, en tapa dura, cuando llegó esto:
“Estimado Carlos,
Le agradecemos que nos haya dado la oportunidad de examinar
su novela. Lamentamos comunicarle que ha sido desestimada su publicación.
Reiteramos nuestro agradecimiento por la confianza
depositada en nuestra labor editorial y aprovechamos esta ocasión para enviarle
nuestro más cordial saludo.”
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